Entré en la habitación sin hacer ruido pues ella se había
acostado hace ya un rato y no quería despertarla.Como siempre, ella se había
dormida con el libro entre sus manos y sus gafas ancladas a sus preciosas
orejas; lo que le daba un aire pueril que me encantaba.Yo,cual ladrón d e
guante blanco,retiré el libro y lo dejé en la mesita de noche al igual que las
gafas y ella, inmediatamente después, se dio media vuelta y siguió en brazos
de Morfeo.
Me acosté y como hacía todas las noches,la observé
unos minutos , besé su espalda y apagué la luz.Sin duda, hoy había sido un día
para olvidar:había discutido con mi jefa ,no había podido ir al gimnasio y
encima, había abollado el coche al volver a casa; pero ahora, nada importaba pues este instante, lo
compensaba todo.Sonreí en la oscuridad del dormitorio y me fui quedando dormido
, y me sentí feliz porque al despertar,la encontraría allí, a mi lado.Como
todas las mañanas
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